¿Importa cuál es "mi historia"? En realidad. ¡No! Concentrémonos en recordar que lo que "yo" al igual que "tú” eres es Amor, como se describe en la siguiente historia:
Un hombre se encontró en las puertas del Cielo después de hacer su transición. Tocó la puerta y Dios preguntó; "¿Quién es?" El hombre respondió; Soy yo, Pedro. Dios dijo: "Vete, no hay lugar para ti aquí". Pedro volvió a llamar y una vez más Dios preguntó: "¿Quién es?" Y Pedro respondió: "Soy yo, Pedro. ¿No te acuerdas de mí? ¿El que ha hecho tantas cosas grandes en el mundo, sanó a mucha gente, amó a todos y perdonó a todos?" Y Dios una vez más dijo: "Vete, no hay lugar para ti aquí". Pedro muy decepcionado y confundido se fue. y con lágrimas en los ojos comenzó a orar. Luego recibió una revelación. Entonces, regresó y llamó a la puerta. Dios preguntó una vez más: "¿Quién es?" Y Pedro dijo: "Yo soy tú". Dios abrió la puerta. y dijo: "Entra Pedro. No hay lugar para mí y para ti, solo hay lugar para mí como tú".
En lo que a mi concierne, esto puedo decir; cada mañana cuando me despierto recuerdo que no sé nada. Luego, cuando me acuesto por la noche, recuerdo una vez más que no sé nada. Y durante el día simplemente le pido al Amor:
“¿Qué quieres que haga?
¿Adónde quieres que vaya?
¿Qué quieres que diga y a quién?”
L-pI.71.9:3-5 (Un Curso de Milagros)
Sin embargo, para aquellos que se preguntan cómo llegué a hacer lo que hago, aquí les dejo una breve sinopsis de mi trayectoria vital, recordando que no soy ni mejor ni peor que nadie. Esta es solo una historia, sin significado, por lo tanto, sin importancia. ¡Que la disfrutes!
Nací en Puerto Rico. Viví allí hasta los 23 años de edad. Criado por mi madre, Iris Arandes Ortiz, y mi abuela, Juanita Ortiz Vda. de Arandes, desde muy joven, mostré una habilidad innata para las artes visuales y la música, así como para la docencia, pero de esto último hablaré un poco más adelante.
Mi madre, entre muchos de sus talentos, además de tocar piano, la guitarra y el acordeón, tenía una gran voz para cantar. Mi abuela, tocaba el piano. Durante mi niñez, recuerdo escuchar a mi vecina tocar Blue Moon e inmediatamente sentarme al piano y reproducir lo que estaba escuchando. También tenía un “don” para la batería, pero tener una fue imposible, dado que el instrumento es demasiado ruidoso. Años después, el piano se desafinó y mi familia nunca se molestó en afinarlo. Por lo tanto, la guitarra fue mi instrumento de elección.
El primer álbum que compré, que fue responsable de mi pasión por la guitarra y la música Rock, fue de una banda estadounidense llamada Grand Funk. Se trataba de un álbum en vivo titulado Grand Funk Railroad Caught in the Act.
Su guitarrista, Mark Farner, cautivó mi interés. Desde ese momento, supe que quería dedicarme a ser músico. Después de haber comprado, o debería decir, mi madre haberme comprado una guitarra eléctrica, una Fender Stratocaster, años después, comencé a ensayar con una banda que se disolvió al poco tiempo porque me mudé a Miami, Florida, en 1984. Aunque sentía que la música era mi pasión, que era mi “destino”, algo sucedió que me desviaría de esa meta. Comencé a sentir una inclinación natural hacia la comedia. Y durante 15 años, me gané la vida como comediante profesional.
Durante mi etapa como comediante, surgió el interés por la espiritualidad. Ese giro de los acontecimientos se produjo como consecuencia de una relación de pareja dificultosa en la que el miedo se apoderó de mi vida. En verdad, todas las relaciones anteriores me provocaron mucho dolor, pero esta fue la que me llevó a buscar ayuda de verdad. Lo interesante fue que ninguna terapia me sirvió.
Así que, mientras me ganaba la vida como comediante, una inclinación por escribir y hablar sobre espiritualidad y superación personal se apoderó de mi vida hasta el punto de que comencé a perder el interés por la comedia. Todavía quedaba el residuo del deseo de triunfar en el mundo del espectáculo. Se dice que para poder realizar ese deseo, uno tiene que mudarse a Los Ángeles o Nueva York y trabajar como camarero o en trabajos ocasionales para llegar a fin de mes. Aunque para algunos, puede parecer cierto, mi experiencia fue diferente. A finales de 1993 recibí una llamada telefónica de la directora de un club de comedia en West Palm Beach, Florida, informándome que Randy Stone, que en ese momento era vicepresidente de casting de la cadena de televisión 20th Century Fox, había visto una cinta de mi actuación que esa directora había enviado, sin que yo lo supiera, y quiso ofrecerme un contrato para un programa de comedia de televisión.
Me encontré muy entusiasmado con la oportunidad y me volaron a Los Ángeles. Todo estaba sucediendo sin ningún esfuerzo. Esto demuestra que todo lo que está destinado a suceder, sucederá, independientemente de si hago algo al respecto o no. Esto me recuerda la cita de Ramana Maharshi, que dice:
“Todo lo que está destinado a no suceder, no sucederá, por mucho que lo intentes. Todo lo que está destinado a suceder, sucederá; haz lo que puedas para evitarlo. Esto es seguro. Por lo tanto, lo mejor es permanecer en silencio”.
Pero en ese momento no estaba listo para aceptar esa afirmación porque todavía me aferraba a la creencia de que “yo” estaba “a cargo” de mi destino. Si estoy dispuesto a hacer una investigación honesta, miles de eventos sincrónicos han tenido lugar en mi vida, así como en la tuya, que demuestran que algo está a cargo de este juego llamado vida.
Mientras que los ingresos provenían de mi carrera como comediante, era obvio que mi vocación no tenía nada que ver con convertirme en una “estrella”, incluso cuando tenía el talento. Se trataba más bien de sanar y recordar lo que realmente soy. La misma pasión y deseo que en un principio me motivaron a seguir una carrera como comediante y me llevaron a practicar la guitarra durante años se estaban disipando lentamente. Y no había nada que pudiera hacer para recuperar esa pasión.
Recuerdo estar en el escenario y no me sentía pleno. Solo estaba haciendo mi “trabajo”, por así decirlo. Era confuso y frustrante. Pensé que era perezoso o que algo andaba mal conmigo. Sin embargo, el deseo por la verdad y de compartir mi nueva comprensión me alejaba cada vez más de la industria del entretenimiento. Además, mientras vivía en Los Ángeles, escribí tres series de comedia, dos de las cuales tenían episodios de muestra. Pero el deseo de hacer algo con ellas desapareció. El ansia de silencio era cada vez más evidente para mí. Y cada vez que se abría una puerta en el mundo del espectáculo, se cerraba.
Para darte una idea, aquí comparto algunos ejemplos. Una semana después de mudarme a Los Ángeles, la gerente que manejaba mis asuntos me estaba llevando por la ciudad y, señalando un edificio, me dijo: “Esas son las oficinas de la Agencia William Morris. Pero por ahora olvídate de ellos porque solo manejan grandes estrellas”. No le di importancia. Simplemente seguí disfrutando del recorrido por la ciudad. Al día siguiente, recibí una llamada de mi gerente diciéndome: “Nick, mañana tienes una reunión con un agente de la Agencia William Morris porque Randy Stone estaba hablando de ti y querían conocerte”. Fui a la reunión; No estaba nada nervioso, ni siquiera intentaba impresionar a nadie. Entonces el agente me dijo: “Quiero que conozcas a alguien,” que si la memoria no me falla, su nombre era Dave Gros o algo así.
Fui a una sala de reuniones donde él y algunas otras personas estaban. Todo lo que compartí junto con mi confianza y entusiasmo le causaron una buena impresión, por lo que dijo: “Me alegro de haber tenido la oportunidad de escucharte y conocerte personalmente, porque lo que has compartido no se puede capturar viendo un video”. Y el caso es que no tenía ningún proyecto ni idea en mente porque, si los hubiese tenido, ellos estaban dispuestos y ansiosos por trabajar conmigo.
En otro caso, mientras estaba en Los Ángeles ensayando para el piloto de la comedia que Randy había creado, no me consideraba un actor, aunque había hecho pequeñas cosas en el pasado, como algunos episodios de Miami Vice, apariciones en programas de televisión cómicos y un piloto para otra comedia filmada en Tennessee. Piloto quiere decir el episodio introductorio para un serie de televisión. Es donde se dan a conocer los personajes principales al igual que se introduce el tema de esa serie.
Pero yo no tenía formación como actor. Sin embargo, con el entrenamiento que recibí del maéstro de actuación que Randy me asignó, la noche de la actuación, según los comediantes y algunas de las personas que asistieron a la actuación, no sabían que yo era comediante. Pensaban que era un actor. Luego, aproximadamente una semana después, cuando actué en el club de comedia llamado Laugh Factory, bajándome del escenario, todos quedaron sorprendidos porque no sabían que era un comediante, no un actor. Después de mi actuación, el dueño de Laugh Factory, Jamie Masada, comenzó a hacerme preguntas para ver si se podía hacer algo, ya que había dejado una buena impresión.
Además, mi manager, que quería que fuera a audiciones, organizó una reunión con un profesor de actuación llamado Aaron Speiser. Fui a su casa para una breve sesión de coaching y, debido a mi acento, me preguntó de dónde era. Le dije que de Puerto Rico. Me dijo que tenía una estudiante cuya familia es de Puerto Rico, llamada Jennifer López. Empecé a tomar clases con él y me la presentó. No es que a ella le importara, pero tengo miles de historias a lo largo de mi carrera como comediante, en las que estaba clarísimo que si la comedia o la actuación hubieran sido mi vocación; mi pasión, quién sabe dónde estaría ahora. Tenía un buen aspecto, talento, y lo necesario para formar parte del mundo de la televisión y cinematografía, y sin embargo, cada vez que parecía que se abría una puerta, todo se derrumbaba. Era como si la vida me estuviera diciendo: “Tengo un plan para ti”.
Unas semanas después de mudarme a Los Ángeles en enero de 1994, debido al contrato con la 20th Century Fox Television, estaba buscando una centro espiritual al que pudiera asistir y tal vez conocer gente que compartiera mis intereses. Navegando por las páginas amarillas, encontré un anuncio de un lugar así. En el momento en que asistí al servicio dominical y escuché al ministro, un fuerte sentimiento se apoderó de mí y supe, sin lugar a dudas, que estaba en casa. No estoy insinuando que el centro espiritual en sí mismo fuera mi hogar, porque no me dejo llevar por ningún tipo de organización. Lo que estoy diciendo es que la resonancia de un mensaje que señala la naturaleza de mi ser me hizo sentir como en casa.
Me involucré mucho con las actividades de ese centro. Me sentaba en casa y escribía sobre espiritualidad e inspiración, luego los martes, en el Laugh Factory, tenían la noche de comedia latina, donde era parte de el espectáculo. Siempre llegaba justo a tiempo. Pero una vez que terminaba mi actuación, salía de regreso a casa para seguir escribiendo. En consecuencia, como puedes ver, la comedia se estaba cada vez más opacando en mi vida.
Luego, un giro de los acontecimientos, demasiados para mencionar, me llevó a tener que dejar Los Ángeles y continuar trabajando como comediante mientras regresaba a la Florida. Durante esos años, leía libros sobre superación personal, incluso libros sobre espiritualidad que de alguna manera estaban mezclados con algún tipo de “cómo hacer” esto o “cómo hacer” aquello. Era como si necesitara ser “arreglado”. Nunca tuve problemas de conducta. Mi actitud rebelde no tenía nada que ver con un mal comportamiento porque siempre he sido muy respetuosa. Se trataba más bien de seguir mis instintos. En consecuencia, a veces, me sentía solo e incomprendido. No sabía a quién recurrir, a dónde ir, etc.
Al ver que mi mundo se desmoronaba nuevamente, y después de haber hablado sobre espiritualidad, haber escrito libros, etc., mi gran amigo Mike me permitió alojarme temporalmente en su casa en Orlando, Florida. El tenía un pequeño dispositivo de grabación de cuatro canales. Como no lo estaba usando, comencé a componer canciones. Me sentí como un niño en una tienda de dulces. Estaba tan inmerso en el proceso creativo que fue como si se me hubiese poseído. Trabajando como comediante, estando de gira durante tanto tiempo, de repente, comencé a enfermarme. Sentí una fuerte presión en el corazón. No sabía lo que tenía y ni siquiera tenía seguro médico para al menos investigar. Una cosa es segura: sentía que necesitaba un hogar. Un lugar donde pudiera sentirme como cuando estaba en ese centro espiritual en Santa Mónica, California.
Sin saber qué hacer y preocupado por dejar mi carrera como comediante, los síntomas corporales se volvieron tan fuertes que no tuve más opción que dejar la gira y confiar en que la vida de alguna manera me proveería. Y como siempre, la vida proveyó. Encontré una iglesia Unity en Orlando y gente con la que podía identificarme. Luego sucedieron todo tipo de eventos, demasiados para mencionarlos, hasta que en noviembre de 1999 se me ofreció un contrato para trabajar como comediante en un crucero durante nueve semanas seguidas. Luego, el deseo de componer música regresó. Y como estaba ganando buen dinero con la línea de cruceros, tuve la oportunidad de montar un pequeño estudio en mi dormitorio en la Florida.
Allí grabé mi primer CD en inglés titulado “No Rules at All”.
Aunque durante ese periodo de grabación creí que la pasión por ser músico continuaría, el deseo de promover las canciones desapareció. Alrededor de 2005, una amiga me invitó a un seminario donde vi que mi deseo intrínseco de enseñar resurgió. Me conmovió tanto que comencé a trabajar con esa empresa en los años siguientes, incluso consideré convertirme en uno de sus capacitadores. No obstante, me di cuenta de que, aunque compartir e inspirar es parte de un profundo deseo intrínseco, esa empresa, incluido todo lo que había aprendido durante mis años de investigación y búsqueda, no tenía nada que ver con el mensaje que se suponía que debía transmitir. No estoy aquí para "motivar" a nadie, sino para recordar quién soy. Porque, honestamente, esa sería la única forma en que siento que puedo servir a los demás.
Entonces, en 2007, cansado de mi búsqueda espiritual y todo lo que ofrecía el mundo de la autoayuda, agarré todo: libros, DVD, CD, todo lo que había invertido durante los últimos 20 años y lo doné a una organización sin fines de lucro llamada El Ejercito de Salvación. Fue entonces cuando me rendí completamente.
Y recuerdo, con toda claridad, una sensación intuitiva que sonaba como una voz sin voz que decía:
“No estás aquí para ayudar a nadie a manifestar sus deseos porque no sabes qué es lo mejor para ellos”.
Entonces escuché:
“No estás aquí para ayudar a nadie a manifestar sus deseos porque ellos ni siquiera saben qué es lo mejor para ellos”.
Por un momento, me pregunté: ¿qué se supone que debo hacer entonces? Y la respuesta que llegó fue:
“Estás aquí para enviármelos a Mí”.
En otras palabras, no estoy aquí para afirmar que soy un experto o un maestro, sino un señalador. Es como un rebaño de ovejas guiado por un pastor. Si afirmo que puedo ayudar a alguien, estaría asumiendo la posición del pastor. Mi posición sería más parecida a la de una oveja que le dice a todas las demás ovejas que sigan al único pastor que conoce el camino. Ese pastor es su maestro interno, su guía interior, al que solo se puede acceder mediante la ausencia de juicio; mediante la voluntad y la humildad de saber, hablando en primera persona, que no sé absolutamente nada. Y el mensaje que escuché, curiosamente, no era para nadie. Era para mí.
Unos días después, luego de que esa revelación tuvo lugar, estaba listo para algo que cambió mi vida por completo. En noviembre de ese mismo año, 2007, aparecieron las enseñanzas de un libro azul llamado Un Curso de Milagros. Reconociendo que el curso era solo para mí y no para ser evangelizado, aun así, me encontré, casi en contra de mi voluntad, hablando y escribiendo sobre las enseñanzas del curso.
Como dije antes, nunca me he considerado un "maestro espiritual" o un "experto" en nada. El deseo de compartir, que surgió naturalmente, fue mas bien una manera de acelerar mi comprensión y, en consecuencia, mi sanación. Como una vez escuché decir: “Enseñamos mejor lo que tenemos que aprender más”. Fue mi terapia. Eso me llevó a escribir Lo Que Pasa Cuando Dejas Ir, cuya versión reescrita lleva el mismo título, pero agregando la palabra REESCRITO.
Ese libro abrió puertas para entrevistas en estaciones de radio y televisión a nivel mundial, una de ellas en los estudios de CNN en español en Miami, Florida.
Si visitas la Galería en el sitio web de autor podrás ver más de 70 fotos.
La resonancia del mensaje en otros me llevó a dar charlas en México, Argentina, Uruguay, Colombia, Venezuela, Costa Rica, Panamá, España, Inglaterra, Alemania, Canadá, Estados Unidos y Puerto Rico, por nombrar algunos.
Luego, después de años de dar charlas, la música volvió a ocupar un lugar central en mi vida cuando, en Monterrey, México, en 2013, se me presentó la oportunidad de grabar mi primer CD de música en español titulado ¡Aquí Estoy!.
Unos años más tarde se grabó otro CD titulado Lo Que Das Tu Recibes.
Viviendo en España durante la pandemia grabé el cuarto CD en español titulado Amor en Cuarentena.
Si quieres escuchar todas las canciones visita www.NickArandesMusica.com
Desde entonces, y durante ese tiempo, he escrito libros, los cuales puedes ver visitando www.NickArandes.com y eligiendo la pestaña titulada Autor.
También he escrito un boceto para una película inspirada por una de mis dos actrices favoritas y escrito para ella también. Si la primera no está disponible, lo sería para la segunda. Pero, ¿quién sabe? Puede que la película nunca vea la luz del día. ¡No obstante, disfruté mucho el proceso de escribirlo!
Mientras tanto, sin religiosidad ni “espiritualidad” contemporánea, la vida me sigue inspirando a hablar sobre el tema de la no-dualidad. Al final, no hay yo, ni tú, todo lo que hay es tú como yo, porque todos somos Uno. Somos Amor. Ahora cierro esta breve biografía con mi cita favorita de Nisargadatta Maharaj:
“La sabiduría es saber que no soy nada, el amor es saber que soy todo, y entre los dos, se mueve mi vida”.